Los días: Volver a las flores...
He querido escribir desde hace un tiempo. Los días se han acumulado sin remedio en las cotidianidades del paso de ese mismo tiempo. Lo efímero es más efímero cuando nos detenemos a pensar un poco en el tiempo que ya no está. Así damos cuenta de la prisa. Nos volvemos casi amnésicos. Es una batalla perdida. Pero eso no quiere decir que no podamos pensar en ello y detenernos por un momento. Hay que hacer pausas. Hacer pausas es la manera en que nos rebelamos ante lo irremediable.
Dar cuenta de lo que se va siempre es una nota de duelo. No es necesariamente una añoranza. Es la memoria que nos pregunta: ¿Qué has hecho con lo vivido? ¿En qué lugar se quedaron los sueños? ¿Haz visto las flores, el mar, lo pequeño?
Entonces la primavera llegó con ese desbordamiento de vida, con esa luz que lo transparenta todo, con esa ilusión natural de las flores y de los pájaros. Y la ilusión, como metáfora convierte esas semillitas, que en lo callado y enterrado, empiezan a expandir sus revuelos. Y las ideas llegan, llega también la emoción (que habías perdido), vuelve la curiosidad, las ganas de investigar, de aprender, de jugar, de volver a todo aquello que una vez te hizo sentir la necesidad imperiosa de hacer, crear, ser.
Mientras todo este maravilloso entramado se desenvuelve presto atención a esos pequeños llamados que la vida me presenta (a veces hay llamados que siempre han estado ahí y solo te los recuerda). Hay tanto por hacer y por aprender…
Mi vuelta a las flores se traduce en:
He vuelto a mi antigua cámara, a la imagen. A soñarla y a tomarla más en serio.
He vuelto a los antiguos espacios que me animaban (nada que que ver con IG o FB).
He descubierto proyectos interesantes:
Y libros que quiero leer:
Hay mucho más. Ojalá pueda escribir más a menudo. Ojalá éstas pausas sean más seguidas. Ojalá pueda seguir regresando a mis flores.
N.