He querido escribir desde hace varios meses, pero todo ha sido transcurrir. Los días se van construyendo de tiempo y formas. La memoria es un país habitable, el rincón para llegar. La memoria es un enjambre de horas y fugas. La memoria son muchas cosas que no siempre se pueden describir. Quiero ganarle a la rutina, pero eso es imposible. Mejor estrategia es hacernos amigas.
Procuro, en el proceso no perder la capacidad de asombro, tampoco perder la capacidad de la pregunta y la curiosidad. Y en esa capacidad de asombro y cuestionar me acompañan lentes y herramientas visuales que alimentan mi presente y mis observaciones. Es cierto que el arte no fluye de mi, al menos, no como tradicionalmente lo concebía. Y eso está bien. De mis roturas algo nuevo surge aunque no tenga la certeza de qué es.
Ahora dedico gran parte de mi tiempo a la investigación de ideas, propuestas y proyectos creativos para la institución en la que trabajo. El museo me ha permitido ver otras áreas del arte, áreas que me han llenado de una gran fascinación, encuentros y ensueños.
Estoy aprendiendo a mirar y a escuchar con ojos y voces nuevas. En el tiempo que he podido, ajusto mis inquietudes al estudio de conceptos, que ya intuitivamente he venido trabajando de una u otra forma, como la poesía visual.
Exploro y aprendo este nuevo lenguaje entre imágenes, texto, sonidos y movimiento. Éste último, más concretamente, cercano al animismo.
No sé cuándo vuelva a escribir por aquí, pero tengo la intención de hacerlo más frecuente para compartir un poco de éstas nuevas exploraciones dentro de la poesía antropológica y visual.
Hasta pronto,
N